España, primero

Jorge Buxade ha detallado en su blog la importancia de anteponer las necesidades de España y de los españoles a los intereses de oligarquías, caciques, lobbys u organizaciones supranacionales. Puedes consultar la entrada original pinchando aquí.

Uno de los grandes debates constitucionales en el ámbito internacional; quizás el más relevante por su alcance, es el enfrentamiento entre quienes abogan por una Gobernanza Mundial y quienes siguen defendiendo la soberanía de las naciones y el poder de los Parlamentos elegidos por los votantes. Los primeros, consideran que las Naciones deben ceder al gobierno de las grandes organizaciones internacionales nacidas del multilateralismo; de forma que el pueblo debe limitar su participación política a consultas populares no vinculantes o participar a través de entidades de base asociativa; los segundos, por el contrario, creen que la soberanía sigue recayendo en las Naciones y que debe ejercerse a través del sufragio universal, libre, igual, directo y secreto.

Lo que escribo no es una ilusión ni una opinión personal, es un hecho: esta misma mañana, en plena crisis europea del Coronavirus de Wuhan, con miles de europeos muriendo en hospitales, residencias y sus propios domicilios, con la economía europea prácticamente paralizada, en medio de la emergencia sanitaria y económica; con unas instituciones comunitarias paralizadas e incapaces de apoyar a los Estados miembros en su lucha contra la propagación del virus, Josep Borrell, Alto Representante de la UE en sus relaciones internacionales, ha escrito un artículo en Le Monde reclamando que después esta crisis, debe profundizarse en la gobernanza mundial.

Hoy mismo, y perdonen la autocita, yo auguraba que los partidarios del multilateralismo y la globalización,en lugar de hacer autocrítica y reconocer que su modelo político, cultural, social, económico había fracasado, iban a intentar aprovechar la crisis mundial para alcanzar más cuotas de poder.

He rememorado el decisivo discurso de Trump el 25 de septiembre de 2019 en la sede de Naciones Unidas diciendo que el futuro pertenece a los patriotas y no a los globalistas.

La batalla es universal, y cruel. Implacable. Esta misma legislatura el consenso progre popular, socialista, liberal y ecologista en el Parlamento Europeo puso en marcha unilateralmente – contra la posición del grupo de Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) y del grupo Identidad y Democracia (ID), en plena crisis del Brexit, un proyecto denominado Conferencia sobre el Futuro de Europa, que responde al modelo de actuación de los lobbies y poderes globalistas: emprender una reforma de las instituciones de la Unión Europea sin que ningún parlamento nacional lo haya pedido ,  prescindiendo de la voluntad de las naciones europeas, con un objetivo ya predeterminado (los llamados Estados Unidos de Europa) basándose en falsos procesos participativos de quienes ellos deciden (asociaciones, ONG’s, sindicatos, grupos de presión), a través de un enjambre de Ágoras participativas (recuerda a los círculos podemitas) que se impongan a los Parlamentos Nacionales; si bien el documento final se redactará en los despachos de Bruselas.

Así, dentro de 2 años, tras una campaña internacional a gran escala que hará creer a los europeos que sus necesidades se satisfarán con un gobierno centralizado en Bruselas, se venderá como una necesidad lo que no es sino un mero interés de unos pocos. Ciertamente, la crisis sanitaria y económica ha perjudicado los planes iniciales, pero no duden de que los de la “transparencia, la tolerancia y la diversidad” (todo entrecomillado) seguirán trabajando en su proyecto a pesar de la crisis europea; y aprovecharán la emergencia para justificar que en unos imaginarios Estados Unidos de Europa la sangría de muertos por el virus de Wuhan no se habría producido. Al tiempo.

La tradición democrática de Europa desde las iniciales Cortes de León, o de Castilla o Aragón, o el primitivo Parlamento inglés, está siendo destruida por las grandes organizaciones multilaterales; trocando la participación directa del pueblo soberano, que nombra a sus representantes y puede controlar su función, o enjuiciar su comportamiento y  proceder a su cese; por una participación indirecta e ineficaz ya que el poder real se pone en manos de las oligarquías y las burocracias de los conglomerados internacionales (ONU, OMS, FMI, Unión Europea, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio y un largo etcétera), comisarios de la gobernanza mundial que toman decisiones sobre bases teóricas y pseudocientíficas al margen de la historia, la tradición, las costumbres, la religión, la identidad cultural o la estructura social de cada una de las Naciones. Recetas universales, no susceptibles de control.

En VOX, hemos defendido desde el inicio la primacía de la Nación y de la soberanía del pueblo español, que por otra parte, proclama el art. 1.2 de nuestra Constitución. Es el pueblo español el que, representado en el Congreso y el Senado, debe ir decidiendo como administrar mejor España.

La pertenencia a una comunidad nacional condiciona nuestro comportamiento, nuestro modo de ser y pensar. La existencia de naciones formadas durante siglos es uno de los mayores patrimonios de la Humanidad. España es el fruto del esfuerzo de millones de españoles. La crisis presente del Coronavirus rubrica en letras de oro este sentimiento, esta comunidad espiritual de la Nación, que vivimos todos, hoy, día a día.

¡Qué ridículos suenan los llamamientos al “welcome refugees” o a las “sociedades abiertas”, al “papeles para todos”, a la descomposición de la familia, al transhumanismo, las proclamas de la ideología de género, el feminismo radical, o la desmemoria histórica!

Un problema real, una verdadera emergencia que se nos lleva la vida de nuestros compatriotas (¡especialmente de nuestros mayores que son la patria recibida!) ha dado al traste con el discurso vacío del consenso progre.

Y por eso mismo decimos sí a la Patria, la tierra heredada de nuestros mayores, y que queremos entregarla, mejorada, a nuestros hijos. Por eso, reivindicamos nuestro derecho y nuestro deber inalienables de defender España. Un gobernante sabio sabe que las fronteras protegen la diversidad, que las fronteras protegen la pluralidad.

No queremos que España sea la propiedad de ningún partido, ni sindicato, ni de chiringuitos ideológicos a sueldo del gobierno, ni de la CEOE, ni de ninguna organización empresarial; no queremos que España sea dirigida por las oligarquías de Bruselas, Ginebra, Nueva York o Pequín. Queremos ser protagonistas de la historia y señores de nuestro futuro. Eso es ser patriota, reconocerse a sí mismo y respetar al resto de naciones; sin supremacismos.

Pero sabemos que somos dueños a título de herederos fiduciarios; con obligación de conservar, acrecer y entregar; y que por ello no podemos disponer de nuestra Patria, porque no somos propietarios; pero tenemos el derecho y el deber de defender la libertad de los españoles frente a cualquier pretensión de dominarla, ya sea de la UE, de la ONU, de cualquier organización internacional y de los grupos de presión y de poder donde se dibujan en realidad las grandes líneas de esa gobernanza mundial, que se ejecuta luego por las organizaciones internacionales.

Sería objeto de un amplio ensayo desarrollar y probar la idea. Pero el tiempo no nos pertenece; así que me veré obligado a ser sintético. Existe una pléyade inmensa (al margen de las Organizaciones internacionales constituidas formalmente mediante Tratados) de grupos, asambleas, fundaciones, equipos de trabajo y grandes lobbies a través de los cuales se diseña y ejecuta esa gobernanza mundial, metiendo miles de millones de euros en propaganda y en la difusión de una idea falsa: la curación a todos los males pasa por eliminar los Estados y las naciones; el pueblo es ignorante y no sabe lo que realmente debe hacer, sentir, o cómo debe pensar o trabajar.

Idea en la que confluyen curiosamente en Europa liberales, ecologistas, izquierda radical, socialistas y populares.

Basta que cite aquí el Foro Económico Mundial (Foro Davos), fundación sin ánimo de lucro, con sede central en Ginebra, fundado en 1971, y que en 2008 lanzó en Dubai la “Cumbre Inaugural sobre la Agenda Global”; financiado por las cuotas de unas 1.000 empresas, y que ha generado infinidad de microorganismo, grupos, equipos de trabajo y asambleas regionales, con sedes en Pekín y Nueva York; Agenda Global que curiosamente luego es asumida por la ONU como Agenda 2030 a través de sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (un totum revolutum de buenos deseos -vivienda, agua y empleo para todos – con ideologías como el climatismo, inmigracionismo, igualitarismo, feminismo, ideología de género, controles mundiales de natalidad); o al famoso Club Bilderberg, o la Institución Brookings o  el gran conglomerado de George Soros, Open Society Foundation, por poner solo ejemplos conocidos.

Open Society Foundations, nacido en 1984, es el proyecto personal de Soros, quien maneja este año un presupuesto de más de 1.200 millones de dólares, con el que influye en los gobiernos, modifica políticas, promueve la desestabilización de los Estados apoyando la inmigración ilegal, modalidades de participación social al margen de los parlamentos, o incluso la desestabilización territorial, con su apoyo más o menos encubierto en España, al separatismo catalán, por ejemplo.

Hablan de sociedades abiertas pero su objetivo último es acabar con la variedad y pluralidad de culturas y naciones y sobre todo con la soberanía nacional; hablan de transparencia pero ellas mismas no son transparentes, operan en secreto y han creado un entramado de asociaciones, fundaciones o institutos que permiten eludir el control; destinando solo Open Society casi 26 millones de dólares a la financiación de proyectos  de prensa;  garantizándose así que recibirán buen trato de los grandes medios.

España debe ser gobernada por el pueblo español teniendo en cuenta los intereses, necesidades y aspiraciones del pueblo español, a través de las instituciones históricas que le son propias y de las instituciones políticas que en cada caso nos demos como mecanismos de representación directa mediante el voto universal, libre, y secreto para nuestra mejor adminstración; y no por lobbies, fundaciones y organizaciones que de forma expresa sirven a intereses supranacionales.