Circo o teatro político

Tribuna abierta de Víctor Morejón, vicepresidente de VOX Guadalajara

Mirada de cerca, la vida política española parece una tragedia, pero mirada de lejos, parece una comedia, como diría Chaplin. Y más que una comedia yo afirmaría que parece un circo bastante peculiar. Basta con sacar la entrada para mirar la televisión o leer los periódicos, y observar la última función del mago Puigdemont.

A estas alturas del espectáculo uno no sabe si Puigdemont es un mago o un payaso que juega con los espectadores para que lloren en vez de reír. Sobra decirles que el mago no sería nadie importante ni actuaría sin límites si el director del circo no lo contratara o no lo tuviera en cuenta para el espectáculo circense. El director de este circo español, por supuesto, se llama Pedro Sánchez.

Seríamos muy ingenuos si no sospecháramos que la función esperpéntica del mago Puigdemont estaba pactada al detalle con antelación. Cada uno de los participantes en el espectáculo, respetando un orden jerárquico, tenía su papel asignado mucho antes de que el circo abriera al público.

Nadie puede creer que en un país como España exista un CNI tan deficiente, ni una Policía Nacional y una Guardia Civil tan inoperantes. Nadie cree tampoco la ingenuidad, casi infantil, y la puesta en escena de los Mossos d´Escuadra. Bueno, la puesta en escena sí es creíble como pura fantasía porque todo fue un teatro, puro teatro.

Ahora bien, debemos pensar que no todos los actores ni los trabajadores del circo fueron o son conscientes del espectáculo en el que participaron. Sí lo sabían, y lo planificaron, el director del circo, Pedro Sánchez, el mago o el payaso Puigdemont y los trapecistas en el suelo de la servidumbre Marlaska y Margarita Robles. Lo sabía seguro alguien más por el orden de jerarquía, pero no me atrevo a dar nombres ni cargos. El tiempo revelará esos nombres como parte innoble de esta historia.

Lo cierto es que después de acabado el acto circense del mago Puigdemont, el director Pedro Sánchez sigue siendo, ahora todavía más, director, si cabe, del circo. La verdad es que todo el espectáculo en nuestra tierra española daría risa si no mirásemos hacia Venezuela y viésemos reflejado nuestro futuro.  De seguir el camino que llevamos, en no muchos meses el director Pedro Sánchez se convertirá en otro Nicolás Maduro, y los espectadores que ahora miramos la función lloraremos de impotencia o aplaudiremos por miedo.

Otros nos enfrentaremos al teatro o al circo con el riesgo de lo que ese acto de dignidad significa. Cuando llegue ese momento nadie podrá criticar el circo sin que sea expulsado de las gradas, e incluso puede que hasta lo encierren con los animales para torturarlo. Nadie podrá oponerse al domador de leones y mucho menos al director. Nadie podrá siquiera negarse a aplaudir.

Para entonces, quienquiera que condene el teatro será un enemigo de su propio país (parafraseando a Voltaire), quienquiera que hable mal de los que gobiernan será enemigo de España.