«El problema de España», artículo de opinión de Joaquín Robles, diputado nacional

'La Verdad'

Gustavo Bueno escribió que España es un problema filosófico. No se refería a los problemas, en plural, de España (paro, inflación, etc.) sino al problema de su identidad y unidad.

Respecto a su identidad, el problema radica no solo en la percepción que de España tenemos los españoles, sino en el marco de relaciones en el que se inserta nuestra nación: Europa, Hispanoamérica, la OTAN, el lugar que ocupamos en la dialéctica de estados y el peso de nuestra nación en ella.

En cuanto a la unidad, esto es, el modo en el que las distintas partes, pueblos, comarcas, provincias y autonomías, quedan totalizadas políticamente, nos debatimos entre la precariedad y división del autonomismo y la apuesta de grupos secesionistas por la ruptura de esa unidad, cada vez más debilitada. Grupos que se financian con los dineros que les proporciona generosamente el Estado al que quieren destruir. Cruel e insólita paradoja propiciada tanto por el PSOE como por el PP y sus pactos con ellos.

El gobierno de Sánchez y sus secuaces ha agudizado este problema, pactando la gobernabilidad con estos grupos sediciosos, mintiendo al decir en campaña que no lo haría y gobernando con UP, un partido siempre dispuesto a empujar a favor de la destrucción de España.
El PP, que no tiene problemas en pactar con estos sediciosos cuando haga falta, arropado por el mito de una supuesta gestión eficiente de la economía, incapaz de dar la batalla a la ideología progre y sustentado por una gran implantación territorial, que tiene mucho más de red clientelar que de otra cosa, vuelve a presentarse como alternancia –que, no alternativa- al desastre socialista.

Unos y otros, a diestra y siniestra, contribuyen a la disolución de España en un orden global, dominado por intereses de terceros, plasmado en la agenda 2030, un ataque en toda regla a la soberanía nacional, que arruina nuestra industria, nuestro campo y que tiene como fin último (disfrazado, eso sí, de buenas intenciones) la conversión de los ciudadanos en súbditos de los poderes transnacionales. Para este fin cuentan con el control total de los mass media que han identificado con claridad al partido que amenaza su subvencionada existencia.

La demonización de VOX es un episodio más que demuestra que estos poderes disolventes de la soberanía nacional han detectado quién es su único enemigo. El próximo año los españoles deben decidir no solo echar al nefasto Sánchez: también si quieren una nación soberana y respetada o un orden neo feudal de nacioncillas fraccionarias fácilmente dominadas por las élites globalistas.