Amaia Martínez con Íñigo Urkullu

Nula autocrítica y sonoros olvidos en el mensaje de fin de año de Urkullu

Un 50% más de actos a favor de ETA el año del blanqueamiento del entorno terrorista, creciente autoritarismo y fatales consecuencias de la negligente gestión de la pandemia por el Gobierno Vasco

282 actos públicos de apoyo y reconocimiento a ETA frente a los 193 de 2020… tremendo balance que el lehendakari ha obviado en su homilía de fin de año, y aún no están recogidos en este balance de COVITE aquellos homenajes a celebrar hoy mismo.

Este es el fatal balance del año en el que se ha acelerado el blanqueamiento de la banda criminal y de su brazo político, blanqueamiento en Madrid con Sánchez como principal aliado y en el País Vasco, arropada EH Bildu por los socios de gobierno, PNV y PSOE. Sin duda un buen año para los nostálgicos del terrorismo, pésimo para las víctimas, humilladas una y otra vez, y todas las personas de bien de España.

Y qué decir de la gestión de la pandemia, ejercicio de autoritarismo sólo frenado por los jueces, causa de ruina para miles de personas, fatal para todos aquellos que han sufrido las consecuencias más graves de una enfermedad que ha colocado al País Vasco en posición de pódium ola tras ola.

El lehendakari Urkullu augura que superaremos la sexta, aunque cabría más preguntarse por qué no han visto venir una sola, si podrán anticiparse a nuevos incrementos de contagios después de no haberlo logrado ni una sola vez.

Dice asumir las críticas recibidas y comprender el malestar que sus medidas han generado, un ejercicio de palabrería vacía detrás de la que no consigue ocultar su disposición a la imposición de restricciones que ni se sostienen desde el punto de vista científico ni están avaladas por informe serio alguno.

Y raya el insulto su reconocimiento al trabajo realizado por los profesionales de la sanidad, los que hace escasos días denunciaban en la calle una preocupante carencia de recursos humanos y materiales, consecuencia directa de una gestión marcada por la imprevisión, la improvisación, la imposición y la incoherencia.

Como era de esperar, el suyo pretende ser el discurso del canciller de ese país que pretende construir con todos los instrumentos a su alcance. Euskadi no como una región española sino como un país dentro de Europa, una falacia que vuelve a dejarnos fuera a todas las personas que creemos en España y que consideramos que es más España la solución a nuestros problemas, nuestra esperanza de futuro.

Un balance de año autocomplaciente, carente de autocrítica real y con olvidos intencionados y sonoros: su notable contribución al blanqueamiento de quienes siguen enalteciendo a ETA en las calles y concreción de hitos de su negligente gestión de la pandemia. Urkullu ha vuelto a presentarse ante los vascos como canciller de su soñado país, solidario con todo país del mundo que no sea España. Un discurso autocomplaciente en el que advierte de que no hay vacuna contra el populismo y la demagogia. Sí la hay vacuna contra su creciente autoritarismo: las urnas.